jueves, 5 de julio de 2007

Vislumbrando el Ocaso

¿Qué le quedaba tras esa mirada despreciante de los ojos que tanto amaba?.... la nada.... decidió prender un cigarrillo y perderse en el humo mientras trataba de ordenar sus ideas y sentimientos. ¿Qué había hecho mal?, tal vez el haber centrado toda su energía en hacerla feliz, en olvidar una vida cómoda, apacible en donde era un respetado y conocido personaje público para trasladarse a un mundo bohemio en el que los valores morales eran parte prescindible del equipaje.

¿Qué hacer ahora?, ¿amarrarse a una ilusión?, la tomó de la mano mientras ella dormía y le dijo al oído: "Sólo te pido que algún día abras los ojos y te des cuenta del amor que siento por tí", en su interior él tenía la esperanza de que cuando eso pasara, ella no querría nunca separarse de él ya que sería tan feliz que no pensaría en nada más.

La vida pasa y su deseo más ferviente era ser felices juntos... pero el de ella... era ser felices juntos o separados..... curioso, ambos deseaban algo semejante, pero no lo mismo ...pero.... siempre había un "pero", una vocal marcaba la diferencia y el sentido de toda la oración, una simple y redonda "o" que permitía una posibilidad que él no quería ni considerar, a pesar de sí mismo, a pesar de que lo había llamado "loco", no podía perder esa mirada de amor, no podía dejar de sentir ese amor que le desbordaba los poros cada vez que se aproximaba a ella, podía dibujarla con los ojos cerrados, recordar con precisión el arco de sus cejas, describir el color de su cabello, encontrar pecas nuevas con las que actualizar el mapa mental que tenía de esa piel en la que se había perdido y encontrado tantas veces (menos de las que a él le hubieran gustado pero el amor no le hacía perder la fé - o quizás le dotaba de un filtro irreal- y pensaba que tal vez al día siguiente le regalaría un pasaporte a las estrellas y transformaría el techo de tirol en el cielo más hermoso que ha visto en su vida, de esos que alguna vez le obsequiaba y le embelesaban tanto que le hábían arrancado lágrimas de felicidad).

¿Cuanta gente en este mundo habrá sentido eso alguna vez en su vida?, estaba convencido de que tan sólo por esta razón valía la pena estar vivo, con el motor de la Fé, la voluntad y el amor que le ilusionaban cada día con que ella (algun día, tal vez mañana o pasado) le correspondería, aunque esa noche ella había hecho sus maletas.

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