sábado, 7 de junio de 2008

Silueta

La vió marcharse en medio de la noche lluviosa, cada quien tomaba un camino diferente, la silueta se alejaba mientras él la contemplaba de lejos, las lágrimas se camuflajeaban con el agua que caía, lloraba... lloraba como tantas veces, pero ahora lo hacía porque en su interior surgía una sensación desconocida.

No quería correr tras ella, la veía cada vez más pequeña, diluyéndose a la distancia, como si de una ilusión se tratara, la veía enmarcada en sus eternas confusiones y contradicciones, huyendo de cualquier tipo de compromiso, perdida, buscando un nuevo lienzo dónde proyectar su sombra.

Él sintió miedo de eso que se incubaba en su interior, de ese algo que no podía definir pero que le provocaba muchísimas ganas de llorar, en ese momento él por primera vez en mucho tiempo ¡era libre!

Había acumulado la fuerza necesaria para dejar de hacerse pequeño para no opacarla a ella, se daba cuenta de que era valiente y quería correr el riesgo de recuperar ese lugar que le pertenecía en el mundo, esa tarde confirmó que merecía levantar la frente y caminar hasta encontrar esa vereda que lo llevaría a su hogar.

Lo ví en su puerta, con el corazón caliente y la mirada fría, pasos seguros y respiración profunda, sentí la necesidad de abrazarlo... en ese momento sonó el microondas y me retiré de la ventana.

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