sábado, 13 de marzo de 2010

Besos sabor a vino

Pasaron 15 años desde que se conocieron, ninguno de los dos se olvidó, ambos tenían presente en su mente y corazón el recuerdo del mar y la miel, de las cartas, los recorridos, las pintas en paredes, los intentos por robar un beso y ese deseo reprimido de expresar físicamente lo que sentían.

Volvieron a verse y parecía que todo era posible, estar juntos, alcanzar los sueños y no separarse nunca más, todo parecía estar claro con el simple contacto de un cálido abrazo fundido en una calle perdida de Polanco.

El destino juega con los seres humanos, y mientras el abrazo representaba una cálida sensación de estar "a salvo y en casa", llegó el desequilibrante momento que rompió la armonía, el cuál paradójicamente ambos habían esperado desde hace tantos años: el beso.

Besarse fue desconectar del mundo y crear uno juntos, saborear cada minuto de espera durante esos 15 años y reemplazar con amor, pasión y ternura ocasional ese deseo añejado y latente en cada caricia de sus labios.

Él parecía entregado, le escuché decir: "...Tus besos saben a vino, producen el mismo efecto, me besas, lo disfruto pero justo cuando ha terminado es cuando apenas empieza esa sensación que nunca había experimentado, 15 segundos después percibo ese gusto a tí en mis labios que hace recorrer un escalofrío por toda mi piel...".

Ella volaba.

Cenaron juntos y él registro la mesa a nombre de ella como si fuera su esposa.

Ella volaba.

Se besaron, abrazaron e inventaron un momento.

Ella volaba.

Él le dijo que sus besos y caricias eran 500 veces mejor de lo que había imaginado.

Ella se enamoraba.

Hablaron del futuro, de hijos y de perros.

Ella ya no estaba en este plano de realidad.

Pasaron los días y él tenía que volver a su cotidianeidad itinerante y ella estaba dispuesta a esperar.

Ella le dijo que lo quería y que estaba feliz.

él respondió que estaba contento de haberla visto otra vez.

Ella compró la idea de estar juntos para siempre.

Él desapareció en el ópaco halo de misterio que lo rodeó siempre.

Ella vive hoy el duelo de una ilusión que agoniza y que los expertos recomiendan practicarle la eutanasia.

Sin embargo se empeña en que queda un poco de esperanza y no acepta el fatal desenlace de esa historia.

La razón no es bienvenida en la cosmovisión de una mujer que cedió el sentido común en pos del amor platónico más largo de su vida.

Pero tal vez los amores platónicos, para que duren, deben conservar esa esencia siempre, de lo contrario se vuelven reales y se rompen.

¿Cómo hacérselo entender a una mujer que decidió despegar los pies del suelo?

Tal vez cuando aterrice, pueda recuperarse de la resaca de unos besos de vino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

definitivamente cautivador, pero con cierto tono de añoranza... wow me gusta mucho y pues adelante que la tinta la traes en las venas... sigue asi amiga!!!
te adoro...

emerSUNSHINE