viernes, 5 de septiembre de 2008

Pastel de chocolate amargo

Siempre me he considerado un amante de la buena cocina, desde una buen café de olla de pueblo hasta los más suculentos manjares de la cocina internacional. El lugar? uno de nuestros favoritos: Foster's, donde tantas veces habíamos ido a celebrar nuestros futuros logros, acompañabamos nuestras celebraciones en torno a una mesa para dos con una excelente comida y excelente conversación donde siempre hablabamos de nuestros planes.

La carne es extraordinaria, lo sabemos, la sirven como me gusta; término inglés, roja, con un sabor y una cocción digna de los paladares más exigentes. Pero... si había algo que también me gustaba de Foster's eran los postres, contaban con un extraordinario maestro chocolatero que hacía las mejores tartas y mousses de la vieja ciudad condal.

La buena noticia es que habían incorporado un nuevo postre a la carta, el pastel de chocolate amargo, Joao el mesero (que ya nos conocía, y a sabiendas de mi debilidad por el buen chocolate, me lo recomendó llegado el momento) "No es tan dulce, pero es muy bueno", le sonreí guinándote el ojo y le pedí que nos lo trajera.

Te miré, embelesado en tus ojos, recordando como te veía y reviviendo el mismo sentimiento que guardaba por tí la primera vez (años atrás) que pisamos juntos ese lugar, en ese entonces juntamos dinero para ordenar un solo platillo principal que compartimos entre los dos ¿lo recuerdas?, con tus "mejores galas" (una falda con más remiendos que un sofá viejo) y sin embargo tu belleza opacaba la de cualquier fémina vestida de Chanel, no era lo que llevabas, era cómo lo lucías, tu sonrisa y el amor en tus ojos era el mejor cosmético que existía, y a mis ojos, te hacía la mujer más hermosa del mundo y a mí el hombre más afortunado.

En ese entonces eras estudiante, yo buscaba un empleo y celebrábamos las futuras ofertas de trabajo que nos permitirían conocer más lugares y hacer de Foster's un lugar que frecuentaramos asiduamente.

Hoy estamos aquí, recuerdo ese día vívidamente, luces hermosa con tu Donna Karan y ese peinado casual, los Marc Jacobs resaltan tus piernas y te permiten ese andar tan coqueto que provoca que la gente te admire al caminar (como con prisa, muy segura) yo he dejado atrás mis zapatos (a los que se les metía el agua) y calzo unos Brioni que compramos en nuestro más reciente viaje a Roma.

Te miro, agradezco a Dios este momento de poder hablar de la programación de la televisión, de las leyes de extranjería, de que te gustaría saltar en garrocha y finalmente... llega el pastel.

Lo miro, la presentación es extraordinaria, se antoja de verlo, fondant de chocolate sobre un mousse de chocolate amargo en una base de pan de chocolate. Un orgasmo calórico. Me acerco a él, lo huelo, tomo la cucharilla y el mundo se detiene por un instante para escuchar el crujir de la capa de fondant endurecido, mientras tú te tornas reflexiva y me dices:

"Sabes algo?, este tiempo que he estado sola pude pensar y me doy cuenta de cómo me veo en un futuro."

Te miro con atención mientras saboreo mi pastel, que gusto, paladear dos cosas tan exquisitas: tú y mi postre. Asiento con la cabeza y te doy a entender que continúes.

"Me veo escribiendo, viajando por todo el mundo, asentándome en distintos lugares, conociendo, viviendo... pero me veo sola"

En ese momento caí en cuenta de la ironía del destino, y me dí cuenta que (a pesar de considerarme un experto en chocolates y año con año comprar docenas de bombones en la Rue Saint Honoré) jamás había probado el chocolate amargo.

Cerré los ojos conteniendo una lágrima furtiva, aferrándome al pastel como si se tratara de un medicamento que me salvara la vida (cualquiera que me viera podría pensar "como disfruta ese hombre del postre") la realidad es que me sentía como un pobre indefenso a quien le leían una sentencia cuya condena era el patíbulo.

Tú seguías hablando: "La realidad es que este problema viene desde mi niñez pero no había caído en cuenta, cuando mis padres me llevaban a clase de gimnasia se quedaban viéndome y eso me hacía sentirme vigilada, sobreprotegida y eso te condiciona a tomar decisiones que no son las que quieres".

Tu frase: "me veo sola" quedó retumbando en mi cabeza mientras sonreía paradójicamente ante una rebanada de pastel de chocolate AMARGO.

1 comentario:

Anónimo dijo...

amigaaaa!!!
Wow! las palmas y de pie, para los que hemos seguido y vivido en carne propia la prueba de la hamburguesa te puedo decir con certeza que tambien todos en nuestra vida hemos degustado el CHOCOLATE AMARGO!!! no se si con el ser amado frente a mi, pero si te puedo decir que tambien en algunas ocaciones me he aferrado a ese manjar como la medicina que sanara mi alma llena de tantos fracasos amorosos...
en fin... te quiero mucho a mi querida y espantosa X

Emerson