viernes, 26 de septiembre de 2008

Don Jose Luis y su capitán

Yo he crecido con la convicción de que los animales son seres creados por Dios para darnos una lección de amor al mundo. Los perros son fieles y agradecidos, su amor es incondicional y jamás olvidan a aquellas personas que hacen cosas buenas por ellos, tan simples como silbarles y acariciar su cabecita o darles agua y comida, ahora si se topan con alguien que les brinda un hogar, afecto y protección, tendrán un guardian- acompañante y amigo para siempre.

Hace poco en la pésima programación de la tele, encontré algo que me sorprendió gratamente, la historia de un hombre de 73 años que se llama Jose Luis y un toro bravo "Capitán".

Resulta que Don Jose Luis cuenta que un día en el campo, de la nada, salió un novillo el cuál fue criando hasta que se convirtió en un toro bravo, le dió el nombre de Capitán y entre ellos surgió una relación nunca antes vista (y que yo interpreto como una señal de que los milagros existen), el toro, un animal gigantesco de varios cientos de kilos de peso que tenía los instintos animales de cualquier animal de su especie (que muchos jóvenes molestaban tratando de torearlo), se transformaba en un apacible cordero al escuchar la voz de su amo.

Capitán y Don Jose Luis caminan por la pradera, la bestia domada por el cariño a su mejor amigo, juntos se acompañan e incluso el toro se deja jalar la cola juguetonamente y acariciar la cornamenta.

La plaza de toros del pueblo estaba a reventar, los novilleros molestaban a Capitán con la intención de torearlo (jugandose una cornada), la multitud enardecida esperaba ver el momento en que Don Jose Luis entrara a la arena y domara al animal (que no sé quienes son más animales, si el pobre toro que estaba en la arena o los idiotas que lo molestaban), pero en ese instante se pidió a los presentes que no hicieran ruido para que el toro pudiera escuchar la voz de su amo... el silencio inundó la plaza, el toro corría y embestía contra las paredes del burladero, de repente Don Jose Luis apareció en una orilla gritándole: "Capitán!", en ese instante el toro parecía inmerso en un hechizo mágico que lo tranquilizaba, se detuvo y comenzó a caminar hacia su amo.

El toro y su amigo caminaban por la plaza, la gente no daba crédito y yo, con este condenado vicio de pensar y de sentir que tengo dije: "No sería más hermosa la fiesta taurina de este modo?, sin sangre ni sufrimiento?, siendo amigos? como antes seguramente se vivía en el paraíso".

Pero no lo creo, espero volver a ver a la bestia domada por el cariño a su mejor amigo, aunque en el caso de la fiesta brava la bestia no es la que lleva cuernos.

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